jueves, 6 de agosto de 2015

Lost

Me enamoré. Me enamoré de él, de su sonrisa, porque me importaba una mierda lo que pasara si él estaba sonriendo. Me enamoré de su boca, de cada palabra. Me gustaba incluso cuando se metía en la cama enfadado, esperando que yo llegase y lo abrazara, y ojalá no hubiese dejado de abrazarlo nunca. Me enamoré joder, pero ya no me cuesta decirlo, porque me enamoré de sus ojos, ¿Y qué me importa que no sean de un color especial? Me enamoré de cuando me cogía fuerte por las noches porque decía que no quería que me fuera nunca, de cuando me apretaba porque solo yo sabía que era entonces cuando tenía que quererlo más que nunca. Me enamoré de lo listo que era y de las tonterías que decía a veces. De cuando me insultaba porque era así como él disfrazaba las palabras bonitas, y eso solo lo sabía yo. De sus abrazos, y aún, a veces, echo en falta alguno. De cuando hacía tonterías o de cuando yo no paraba de mirarlo quizás porque para mí, fuera como fuera, siempre estaba guapo. De eso me enamoré, de lo bueno y de lo malo. De sus ganas de estar conmigo, pero también de su orgullo, porque cuando creía que iba a perderme del todo, se lo tragaba, eso hacía. Que inocente, si era yo la que perdía el culo por él. Joder, me gustaba. Me gustaba cuando rodeaba su cuello con mis manos y él jugaba a estar a dos centímetros de mi boca sin besarme, solo para ver quien aguantaba más sin hacerlo. De sus prisas, de sus ganas de tenerlo siempre todo controlado, y de su carácter cuando le desmontaba sus planes. De lo nervioso que se ponía a la mínima. De como era capaz de calmarme. Me enamoré. Me enamoré de su risa por mucho que quisiera esconderla. Nunca se lo he dicho, pero aún hay veces que recuerdo su risa y la extraño, porque lo hacía muy pocas veces, y era tan bonita. Por eso y sus "te quiero", que tanto le cuesta decir, ¿Es que no lo entiendes? Me enamoré de como era, de como hacía lo mismo que todo el mundo y a la vez conseguía ser diferente, no sé. Su forma de quererme. Que él se creía que no me daba cuenta pero sé que me quería, por mucho que le doliera al final demostrármelo. Lo quería, con sus más y sus menos. Con sus idas y venidas, con su mal humor, con su facilidad intermitente de sus mensajes en los que me decía que me echaba de menos. De todas las conversaciones, incluso las que borré cuando acabó todo. De lo celoso que se ponía cuando me veía con otro. Nunca le entró en la cabeza que él era el único. De su voz, de su olor, que siempre aparece cada cierto tiempo para recordarme que sigo sin él. De cuando le daba por recordarme lo importante que era para él y de cuando me imitaba con voz ridícula para hacerme rabiar. De como se reía con todas las cosas cursis que le hacía, hasta de cuando escribía su nombre en mi agenda o un "te quiero" en su cuaderno. De cuando se metía conmigo y cómo me enfadaba para que él me pidiera perdón unas cuantas veces. Me gustaba su intento de cuidarme, porque me sentía protegida a su lado. De nuestros mil momentos, y bueno, de ellos sigo enamorada. Es que por gustar me gustaban hasta sus intentos de que no me fuera cuando me echaba de menos, y de las llamadas que no podíamos colgar, y por ello dormíamos juntos, aunque a 500 kilómetros, de su pelo encrespado cuando se lo dejaba crecer, de su voz en formato susurro cuando hablábamos por teléfono desde la cama y no quería que su madre lo escuchara, de como corría cuando llegaba tarde por mi culpa. De sus besos, aunque siempre quisiera más. Ahora ya es solo un recuerdo, pero es un recuerdo que prometí no olvidar. Duele ver como alguien que un día fue tu vida, deja de formar parte de ella, pero duele más ser la persona que decide que así sea. Él era la pieza perfecta de mi puzzle, pero después de un tiempo, comenzamos a ser dos puzzles diferentes. Pero cuanto lo echo de menos, y cuanto daría por volver a tenerlo a mi lado, por romper sus esquemas y convencerlo de que quizás, a mi lado, no se está tan mal.

1 comentario:

  1. ¡Já!, más extrañaría no enamorarse..., seguro.


    El burlador de Las Cocuizas.

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